nunca dejes de escribir cuando ya no se te ocurra nada

viernes, 25 de julio de 2008

ESTOY DEMASIADO CERCA


Estoy demasiado cerca para que él sueñe conmigo.
No vuelo sobre él, de él no huyo
Entre las raíces arbóreas. Estoy demasiado cerca.
No es mi voz el canto del pez en la red.
Ni de mi dedo rueda el anillo.
Estoy demasiado cerca. La gran casa arde
Sin mí gritando socorro. Demasiado cerca
para que taña la campana en mi cabello.
Estoy demasiado cerca para que pueda entrar como un huésped
que abriera las paredes a su paso.
Ya jamás volveré a morir tan levemente,
tan fuera del cuerpo, tan inconsciente,
como antaño en su sueño. Estoy demasiado cerca,
demasiado cerca. Oigo el silbido
y veo la escama reluciente de esta palabra,
petrificada en abrazo. Él duerme,
en este momento, más al alcance de la cajera de un circo
ambulante con un solo león, vista una vez en la vida,
que de mí que estoy a su lado.
Ahora, para ella crece en él el valle
de hojas rojas cerrado por una montaña nevada
en el aire azul. Estoy demasiado cerca,
para caer del cielo. Mi grito
sólo podría despertarle. Pobre,
limitada a mi propia figura,
mas he sido abedul, he sido lagarto,
y salía de tiempos y damascos
mudando los colores de mi piel. Y tenía
el don de desaparecer de sus ojos asombrados,
lo cual es la riqueza de las riquezas. Estoy demasiado cerca,
demasiado cerca para que él sueñe conmigo.
Saco mi brazo que está debajo de su cabeza dormida,
Mi brazo dormido, lleno de agujas imaginarias.
En la punta de cada una de ellas, para su recuento,
Se han sentado ángeles caídos.



MARIETTA MORALES RODRÌGUEZ

viernes, 11 de julio de 2008

el deseo de ser solo

En una habitación oscura, la ventana se abre por un enérgico viento, el reflejo del sol entra suavemente iluminando la cara de Sara acostada sobre la cama. Voces del pasillo se escuchan pero ella duerme profundamente y ni siquiera mueve el cuerpo.
Julián, su pareja, entra al cuarto, cierra la ventana, baja la persiana y acomoda su cuerpo junto al de ella. La mira fijamente. Pone una mano en su mejilla. Sara continúa bien dormida. Él insiste en querer despertarla, pero al mismo tiempo le cuesta mucho por si ella siente ese toqueteo. Nuevamente intenta despertarla, ella mueve las piernas y las pone en su pecho dobladas al estilo bolita. Al instante mueve sus brazos e intenta abrazar a Julián sin darse cuenta ni saber si está o no. Él acepta ese abrazo, cree que ella esta soñando. Continúa abrazándolo pero él se inquieta y la sacude para que despierte. No hay caso. Julián decide irse de la habitación para dejarla dormir tranquila. Saca las manos de ella de su cuerpo y sale de la cama. Camina lentamente mirándola atento por si llega a abrir un ojo, pero ella sigue quieta. Él sale del cuarto creyendo que su amor duerme intensamente.
A penas él se va, Sara abre sus ojos. No ve nadie a su lado. Escucha voces que vienen del pasillo. Levantarse de la cama es lo que desea y lo hace para abrir la ventana. Levanta la persiana. El mismísimo viento enérgicamente vuelve a entrar en la habitación oscura. Ella retorna a la cama. Cierra sus ojos. Y un suave rayo de sol ilumina sus pechos.